El Espejo

3/8/07

El EsPeJo

Es mi impresión, ¿o el mundo se ha vuelto más oscuro de pronto?
No, no, no es así…No es oscuridad, es inconsciencia
Estoy regresando de la inconsciencia…
Cualquiera diría que ya sabría lo que se siente estar inconsciente…pero no.
Por más veces que suceda, yo simplemente no puedo acostumbrarme a esto.
Duele.
Siempre duele.

Puedo oír su respiración sobre mí…cerca de mí. Siempre está cerca.
No puedo moverme sin que lo sepa. No puedo hablar sin que lo sepa. No puedo pensar sin que lo sepa. Observa todos mis movimientos. Sabe que desperté.
Me preguntó si lo supo en el preciso instante en que me desmayé…
Tal vez es por eso que se ha detenido…no es tan divertido si no estoy consciente, supongo…

Es más difícil últimamente… Cuando pensé que ya no podía ser peor, encontró nuevas formas de torturarme, de destrozarme, de acabar con todo lo que soy. Con todo lo que fui. Con todo lo que pude ser.
Hace tiempo que lo acepté. Ha terminado con todo lo que pudo pasarme. Mi vida…mis sueños, mis ilusiones…me ha quitado todo. Cada vez que me toca, me quita un poco más…
Me quita un poco más de esta vida…esta vida que era vida pero que ahora es simple existencia.
Sólo quiere oír mis gritos, sólo quiere ver mis lágrimas.
Decido que no tiene sentido ocultar el hecho de que desperté. Siempre lo sabe. Tal vez no sepa cuando me quedo inconsciente, pero siempre sabe cuando es que me despierto.

Me intento levantar apenas, pero el dolor me lo impide. ¡Qué triste imagen debo representar! Incapaz de levantarme de esta cama, ataúd de sábanas de seda, lecho del dolor, la humillación, de agonía sin fin.
Me aferro a las sábanas blancas como la nieve, blancas como la Luna, cuyos rayos plateados nunca alcanzan los rincones de mi cuarto. Bleancas como las estrellas que no me amparan…que no me protegen.
A mí…nada ni nadie puede protegerme.

Logro incorporarme a medias. El horrible dolor que se ha convertido en mi único compañero me recuerda su presencia al intentar levantarme. Logro sentarme apenas consciente de lo que sucede, lo que sucedió, lo que está por suceder.

Silencio. Su figura sentada entre las sombras del que alguna vez llamara mi cuarto no me responde. Simplemente observa.
Ignoro su presencia. Levanto la mirada y me encuentro frente a mi propía imagen.

¿Qué soy ahora? ¿En qué me he convertido?
Dulce e inocente criatura, infantil figura de ojos grandes que encuentro devolviéndome la mirada.
Ojos huecos, mirada de infinita tristeza, los cabellos cubriendo en parte el pálido rostro. Más pálido que la misma muerte.
¿Eso…eso soy yo?
Triste es el destino para los que no posemos escapar de sus garras.
¿Qué es la nostalgia para mi? ¿Nostalgia de qué? Yo ni siquiera tengo una época hermosa que recordar. Ni un minuto de paz he conocido desde que tengo uso de la razón.
Mis ojos están perdidos en la distancia, la mirada que mi reflejo me devuelve es esquiva. No soy yo…me rehúso a creer que esa triste figura lastimada sea la mía.
El cuerpo descubierto, los ojos enrojecidos por las lágrimas derramadas. Heridas, cortes, llagas…signos de toda la violencia que esa pálida piel tiene que soportar.
¿De quién son esos ojos que fijamente se clavan en mí desde el cristal? ¿De quién esa mirada de dolor y confusión? ¿De quién es esa mano pequeña que se apoya en el espejo? Ciertamente no soy yo.
El dolor, la confusión, nada de eso es mío.
La imagen en el espejo no soy yo.
Las lágrimas que abandonan esos ojos ajenos no me pertenecen.

Observo a mi alrededor, y sobre la seda blanca observo en contraste las gotas del más intenso rojo. Gotas que se vuelven charcos. Rojo sobre mis blancas sábanas de seda.
La sangre, que me rehúso a creer que es mia, derramada por doquier. La sangre, que también está sobre mi cuerpo. La sangre a la que mis ojos ya se han acostumbrado, no es mia.
No soy yo.
Me toma la mano suave pero firmemente. Me sostiene hacia abajo una vez más. Nunca se detiene.
Otra vez profana mi existencia. Otra vez me arranca la esperanza.
Nunca es suficiente. Nada le satisface. Siempre quiere más y más de mí.
Y yo…yo ya no tengo nada que darle. Nada que no me haya quitado ya.
Nada.

¿Qué soy yo, nada más que un simple objeto de sus deseos?
¿Una herramienta de sus antojos e intereses?
Me controla totalmente…nunca me deja ir.
No sé como escapar. O tal vez no quiera. Ni yo lo sé.
E inevitablemente, en estos momentos, nunca deja de aparecer esa pregunta asesina, esa pregunta que me roba toda la esperanza y sentidos que me quedan. Es el interrogante que me hace perder toda esa compostura fingida, todas esas sonrisas fabricadas, toda esa vida llena de felicidad inventada. Falsa.
¿Por qué a mí?
¿Qué he hecho tan terrible que merezca semejante castigo?
Por. Qué. A. Mí.
Y no hay respuesta. Ni un sólo hecho viene a mi mente que justifique esto.
Absolutamente nada.

Y otra vez, abro los ojos y, con la vista nublada por las lágrimas, distingo mi figura en el espejo. Esa figura, indudablemente mia, dolorosamente mia, que me observa con esos vacíos ojos, que son horriblemente mios. Esos ojos, mis ojos, que sólo muestran los restos de una inocencia robada, de una vida profanada ya tantas veces que no tiene sentido contarlas, de dolor, lágrimas y sangre…

El dolor no se hace esperar más. Me atraviesa completamente. Atraviesa mi cuerpo, mi mente…mi alma. No puedo evitar morderme el labio con todas mis fuerzas. El sabor salado de la sangre me inunda otra vez. Pero no voy a gritar. No voy a darle el gusto de que sepa lo mucho que sufro, lo mucho que odio esto.
Sin embargo, lo nota. Sabe que intento soportar el dolor. Sabe que intento enfrentármele.

Y rie. Rie sonoramente ante mis infames intentos de escapar. Se rie de mí. Se rie porque sabe que tiene el control. Se rie porque sabe que yo soy inútil. Se rie porque sabe que sin importar lo que yo haga, la victoria ya es suya. Se rie de mí, y yo no hago nada.
Porque nunca hago nada. Porque no sé que podría hacer.

Lo sabe. Lo sabe ya. Y el dolor se duplica. Se triplica. Se hace eterno.
No puedo evitarlo. No puedo evitar gritar. No puedo evitar llorar.
He caído víctima de una desesperación interminable. Del dolor insoportable.
Una última mirada hacia el espejo frente a mí, esta vez con la completa consciencia de lo que sucede, sucedió y sucederá. Una y otra y otra y otra vez.
Ese cristal finísimo, enmarcado en plata, plata más brillante que la Luna misma, con rubíes incrustados, rubíes más rojos que la sangre en mis sábanas. Ese maldito cristal reflejante, esa maldita imagen mia mirándome con sus horribles ojos. Odio ese espejo. Odio esa imagen.
Me pierdo en mi reflejo…el dolor que es mi amigo y compañero poco a poco me abandona. Me deja en una completa soledad.
Puedo sentir la razón abandonándome. Puedo sentir como la sombra del sueño cae sobre mi…la inconsciencia me recibe en sus dulces brazos de nuevo.
La imagen en el espejo me dedica una sonrisa. Una sonrisa de alivio antes de cerrar los ojos y desaparecer.
Hoy me ha matado un poco más.
Cada vez que me toca, me mata un poco más.



Julia Alex




4 comentarios (click y dejá el tuyo):

Anónimo dijo...

Qué lindo lo que escribiste!
Me encantó!!

Quiero más!!

Anónimo dijo...

ya sabes quien soy la que te atormenta con las preguntas...
May que forma de escribir, aunque me empeze a preocupar un poco al leerlo.
Me gystaria que me pase esas habilidades para escribir por que sabes que cuando yo me quedo sin inspiracion estoy DEAD.
besos.

Anónimo dijo...

es increible la forma en la que escribis....XD
tiene un aire de EVANGELION!!

segui inspirada porque yo no tengo, y ya sabes porque

Anónimo dijo...

Muy bonito pero y kei kei que te olvidaste o no lo querés yo le voy a decir noo mentira mayrona

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